Dime lo que comes y te diré quién eres

¿A quién no se le hace la boca agua cuando hablamos de tarántulas fritas, ojos de atún o sal de gusano? Posiblemente al 90% de los lectores que hayan llegado a este post les salga una mueca de disgusto al pensar en estos manjares. Naturaleza biológica y cultural se convierten en dos cuestiones determinantes a la hora de decidir qué nos gusta o qué no.

¿Cómo se ha alcanzado esta determinación?

“Nature and nurture in children’s food preferences” es un estudio comparativo llevado a cabo por el Departamento de Epidemiología y Salud Pública de la University College London (UCL) en una población de 2402 familias con gemelos, ya que suelen tener gustos similares. Esta investigación estudió cómo actúan la genética y la cultura hacia una amplia variedad de alimentos, ya que generalmente los profesionales de la salud afirman que aquello que lo que un niño prefiere comer está determinado por lo que encuentra en casa, sin embargo padres y madres en ocasiones perciben que es una elección que viene de nacimiento. Las conclusiones derivadas de este estudio sacan a la luz que la genética domina en la elección de vegetales, frutas y proteínas, mientras que el ambiente lo hace sobre lo que picoteamos, los lácteos y los azúcares.

 

Ante esta situación los padres se sienten atados de pies y manos en lo que a educación nutricional se refiere. Entonces, ¿todo aquello saludable que buscamos incluir diariamente en la dieta de nuestros hijos depende de la genética y lo que refiere a los productos que fomentan la obesidad y carecen de valor nutricional depende “de lo que tienen a mano”? Por otro lado, otro estudio realizado también con parejas de gemelos y que incluía a más de 2000 individuos mostró que la elección de la comida basada en sabores y características nutritivas similares estaba determinada no sólo por el ambiente compartido, sino también por la genética. Es decir, cuando los gemelos crezcan, se mantendrá el factor heredable, si no les gusta el brócoli, ninguno comerá brócoli, sin embargo, la influencia del ambiente compartido desaparece en favor de la experiencia personal, cada uno decidirá si picotear o no aquello que tiene a mano.

 

Con el fin de tener un análisis más exhaustivo sobre qué variaciones de los genes se relacionan con el tipo de alimentos que nos gustan o no, a mediados del pasado mes de mayo se analizaron a más de 160.000 individuos, para obtener conclusiones más detalladas al respecto. Para ello se establecieron tres grupos de alimentos:

 

  • Los altamente palatables y energéticos (postres, carnes y los muy sabrosos y agradables)
  • Los de pocas calorías (vegetales, frutas y cereales);
  • Los adquiridos (café sin endulzar, bebidas alcohólicas, quesos y vegetales de sabor fuerte).

 

Seguidamente los relacionaron entre sí y observaron que la elección del primer grupo era independiente de cualquiera de los otros dos, entre los cuales detectaron una correlación de elección de moderada a alta. Un resultado que deja de manifiesto que la elección de comidas sabrosas y energéticas, predomina respecto al resto.  Asimismo, se analizó la presencia de variaciones en los genes dependiendo del consumo de determinados alimentos.

 

Por otro lado, existen numerosos estudios que confirman la predisposición congénita a la hora de optar por uno u otro elemento, de hecho la Sociedad Americana de Nutrición, ha identificado en un estudio la asociación entre variantes genéticas y cada uno de los cinco sabores básicos (dulce, salado, amargo, agrio y umami), así como también con factores de riesgo cardiometabólico.

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

You may use these <abbr title="HyperText Markup Language">HTML</abbr> tags and attributes: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <s> <strike> <strong>

*